Bienvenida. Ya estas en mi nuevo blog. Lo más visible hasta el momento es el cambio estético que le he hecho con la nueva plantilla. ¡Gracias UniversoSM por la ayuda! Todavía no ves mucho más, pero mi idea es que como ya te conté en el último post del blog anterior, es que me leas y me veas (quiero hacer vídeos, muchos) tratando los temas que ahora mismo ocupan mi día a día:
- Mi familia
- Mi enfermedad
Y ya tenía varios post medio hechos, pero la maldita e injusta sentencia del juicio de la violación de San Fermín de 2016, ha paralizado mis ideas de publicación y mis redes sociales. Si ya me seguías por Instagram o Facebook habrás visto que no hago más que compartir relatos o noticias acerca de esos 5 que violaron a la chica en San Fermín. No dudo de que hubiera violación y por eso no tengo miedo a usar ese término. A usar el término «La Manada» soy más reacia aunque lo he hecho. Me gustaría que se les llamase de forma continua por su nombre y su apellido, para que la gente les ubique y no haya duda de quiénes son. El término la manada, les da fuerza. Y eso no me gusta.
Una manada de lobos. Una jauría de perros. Eso me gusta más. Hordas de gente. Ese es el término que usé el otro día cuando en Pamplona salimos más de 35.000 personas (según datos de la Policía Municipal) a protestar por la sentencia injusta. Y aunque teníamos ganas de no mantener la disciplina y actuar con violencia (yo por lo menos sí tenía ganas), fuimos silenciosos (casi demasiado) y anduvimos despacio. En ningún momento fuimos una comunidad de salvajes nómadas como dice la RAE que significa esta palabra. Fuimos tranquilas, llenas de rabia pero con la esperanza puesta en que esa y todas las marchas y movilizaciones que se hicieran a pie de calle harían cambiar la sentencia. Y yo sigo manteniendo la esperanza.
Yo soy de la opinión de que hay que hablar de todo. Ya os lo he dicho en más de una ocasión. E intento ponerlo en práctica en mi casa con mi familia. Y creo que siempre, es para bien. Tal vez no a la primera, pero siempre, tarde o temprano, después de la tormenta (si es que ha habido), ayuda a solucionar. No hay que morderse la lengua, hay que intentar hablar con respecto y cariño, pero contar lo que nos preocupa, cómo nos ha hecho sentir una situación concreta o una palabra. Entre la pareja y entre los hijos. Hablar, para desentenderse y volver a estar cerca. Así que cuando suceden cosas así y me calan tan hondo no puedo evitar hablar en mi casa de ello. A veces, no encuentro las palabras adecuadas y hablo desde el miedo. Y soy consciente, pero me falta mucha práctica en que mis palabras pasen por mi cabeza antes que por mi corazón.
El otro día, mi hija veía una vídeo de los Familukis, una familia vblogger, y yo solo oía. Salían la madre y la hija e iban hacer una prueba sobre preguntas de ellas mismas que tenían que contestar para ver si se conocían o no. La que no acertaba, creo, se tenía que estampar una tarta en la cara. Me quedé con una pregunta y la respuesta de la hija: ¿Qué es lo que más miedo te da? La madre tenía que responder sobre su hija y la hija, escribía también la respuesta para luego comprobar la respuesta. Creo que la madre decía que arañas y la niña, que no es muy mayor, decía «Que me secuestren». No sé si tendrá 12 años o así, pero decía «Que me secuestren». Y me quedé blanca. Horrorizada, porque creo que mi hija, igual no ahora con 5 años, pero sí un poco más adelante, podría responder algo tan dramático como eso. Y volví a pensar en la idea que os he contado antes de que muchas veces, temas tan fuertes como los de la violación de San Fermín o lo del pececito Gabriel, no he sabido tratarlos como se merecen. Creo que he hablado desde el miedo.
No me martirizo, solo intento ser consciente para hacerlo mejor la próxima vez. Pero ¿Sabéis una cosa? Sé porque lo hago, porque las mujeres estamos muy expuestas a que nos pase algo terrible como lo de la chica de Sanfermines (o los cientos de asesinatos que hay al año por parte de parejas o ex-parejas u otras muchísimas violaciones que pasan más desapercibidas). Por desgracia existen razones para tener miedo.
Volviendo a casa de noche, he tenido miedo. He andado más rápido si pasaba por una zona poco habitada. Es verdad, no puedo evitar hablar desde el miedo porque lo he vivido.
Párate un segundo, seguro que has vivido una situación de miedo alguna vez. No tiene que ser ni tan fuerte ni con un final tan terrible, simplemente una situación que no te la merecieras, que por ser mujer, la has vivido. Yo recuerdo dos muy claras en las que pasé realmente miedo.
No recuerdo los años que tenía, pero sí que llevaba mi falda de pana roja favorita. Y que estaba jugando en la calle con otro amigo. Y de repente, un chico mucho más mayor que yo, se me acercó y me dio un beso con lengua. No tengo la capacidad de reproducir el beso ni si mi amigo estaba cerca o ya no. No me acuerdo de casi nada, pero algo que no he podido borrar nunca de la memoria es ese recuerdo o de que me agarraba de la cintura y que me preguntaba si me gustó. Me quedé quieta y no dije nada.
Otro día, de esto hace ya menos años, iba a coger un ascensor para subir a la parte vieja de Pamplona y dos hombres desde un coche empezaron a lanzarme «piropos». Y lo pongo entre comillas porque para mi no fueron palabras agradables, y se lo dije. Tuve un momento de subidón y les dije que me dejaran en paz, que se fueran a la mierda, que no tenía porque aguantar esas palabras tan desagradables. No me preguntéis porque, pero lo hice. Y me empezaron a perseguir con el coche y a gritarme más cosas. Joder! Pasé mucho miedo. Se me salía el corazón cuando cogí el ascensor.
Ahora con la sentencia injusta de la manada, pienso; y si por no contestar a la pregunta de si me gustó, ¿hubiera parecido que sí me gustó? ¿El que calla otorga? Está claro que no siempre. Sé lo conté a mis padres y recuerdo que me daba mucha vergüenza. A los días salió en el periódico que habían detenido un chico por varios asuntos de violación. Y si en el segundo caso, ¿me hubieran acusado a mi de provocar? Tal y como está el sistema, puede.
#Cuéntalo – demasiados relatos sobre agresivos sexuales.
No merecía haber vivido ninguno de esos dos momentos por banales que fueran. Ninguna mujer debería pasar por una situación así solo por el hecho de ser mujer. No lo merecí yo, ni mi hija, ni nadie. No lo merecemos ninguna. Por eso, es tan importante hablar y que escuchemos cuando lo hagan. Por eso es vital denunciar y que la justicia escuche. Por eso era necesario que la sentencia a la violación de Sanfermines de 2016 fuera un antes y un después. Porque yo quiero que mi hija se sienta libre, sin miedo y sobre todo con la valentía de hablar y de contarme, sin avergonzase de nada. Y yo tener la seguridad de que le voy a poder ayudar, que la justicia va actuar para apararla.
¿Cómo afrontáis este tipo de situaciones en vuestra familia? ¿Sois de hablar y contar todo?
Y por supuesto, le hablo también de mi enfermedad.
Desde Febrero sabe que mamá tiene unos bichitos por el cuerpo que le hacen daño. Sabe también que tengo que tomar bastantes pastillas y que me tienen que pinchar en el culo. Intento ser natural y si me pregunta contestar. Siempre contesto. Aunque es verdad que intento suavizar y contar las cosas de una manera entendible para ella y fácil. Quiero que se sienta vinculada a mi en este proceso también, con empatía, pero no pena. No quiero pena en mi manda. No quiero que nadie me ofrezca su mano porque sienta pena. Porque yo no la siento.
No necesitamos compasión, necesitamos una mano amiga. Un abrazo. Que nos escuchen y que empaticen con nosotras. Que nos CREAN; cuando contamos algo o cuando sentimos dolor y no podemos hacer vida normal. #YoTeCreo
Nosotras somos la manada, decíamos en la mani y usamos ese hashtags en redes. Todxs tenemos nuestra manada, nuestra tribu. La necesitamos.
Mi manada es mi familia, que me deja hablar y me escucha. Y sobre todo, ahora, me ayuda.
Sobre mi vídeo…
Fijaos en mi amigo tibetano de la pared 😂 Y la ropa pillada en el armario!
Prometo poner la cámara más alta porque tengo una postura muy rara. Ah! Y me he sacado el título en Asesora de Lactancia, no la cosa esa rara que he dicho!