Dando la teta ahora, pensaba en la importancia que tienen mi padre y mi madre en mi vida. Y me gustaría que Maite contase conmigo como yo lo hago con mi madre y mi padre,
pese a que sea mayor.
Me acordaré siempre del día que, a la semana de la cesárea, me tuve que ir a
quitar las grapas a la enfermera del médico de cabecera y mi padre me sujetaba la mano mientras yo lloraba a moco tendido. Momento único y emotivo donde los haya. Yo con 28 años y me sentía como una niña de tres, indefensa aunque bien cobigada bajo mi aitatxo.