Crianza Día a día

Mi hija es una incomprendida

Pocoyo saludando

foto de pocoyo.com

Maite es súper simpática y no lo digo yo, sino que lo dice todo el mundo. Aunque no te conozca, si yo o su padre le decimos que le eche un beso a alguien o que diga adiós, siempre lo hace. Rara es la vez que le «entran vergüenzas». Y esa simpatía la traslada al resto de la gente de la calle: los que se montan en la villavesa, las señoras que pasan al lado nuestra cuando vamos en la silleta o el señor que la mira mientras camina con su bastón. Maite a todos mira y a todos saluda (a veces hasta un tanto comprometedora) y claro, de todos espera que le devuelvan el saludo, pero poco son los que lo hacen. ¿Y por qué, me pregunto yo?

Raro es que nos sentemos al lado de alguien en el cine aunque se vea mejor si hay más asientos libres, raro es que digamos «Hola» al conductor del autobús y más raro es que en un restaurante o bar, nos sentemos al lado de alguien en la mesa aunque el resto del bar no haya sitio. En otros países sí que es más normal, pero en España no. Como siempre, hay excepciones, pero lo más normal es que no lo hagamos.

Y Maite no lo entiende. Los adultos sabemos que es así y punto, es lo que hemos vivido y lo que casi siempre hacemos, ir a nuestra bola y mirar por nosotros y los nuestros, pero vivimos ignorando al resto de las personas. Maite no entiende eso, porque realmente no tiene ninguna lógica (vale, no lo entiende porque es pequeña… 😉 ). Pero…¿Por qué no podemos sentarnos a tomarnos un café con nuestra amiga en una mesa dónde sólo hay una persona y 6 asientos libres? ¿Por qué no decir hola a alguien aunque no le conozcamos si entramos a un sitio dónde solo estamos él y yo?

Así que yo procuro que Maite lo siga haciendo, que aunque me de penica y sea un incomprendida y me mire con cara de «ama, ¿por qué no me dicen hola?» yo le seguiré diciendo «muy bien, cariño, hay que saludar» y luego ya ella de mayor decidirá si quiere seguir saludando o no, cuando. 

 

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