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Micromachismos

machismo

Hoy me siento frente al ordenador, después de un día y noche de comida, cena, baile y muchas risas con muy buenos amigxs. Y lo hago también, como mujer primero y madre después.

Pese a que lo que quiero contar hoy aquí, poco tiene que ver con la temática habitual de mi blog, es algo que ayer me hizo reflexionar de manera más consciente (es algo que siempre he tenido muy presente) y que en cierta manera, tengo que ir trabajando ya con Maite.

Micromachismos. Me hago eco del término que usan en el periódico Eldiario.es porque creo que es muy acertado. No sé cómo describir lo vivido ayer, porque no es nada del otro mundo, ya que por desgracia muchas mujeres estamos acostumbradas a ello, pero no por ello, debemos dejar que siga pasando. No podemos tomárnoslo como algo normal y debemos alzar la voz contra esos tíos pesados y asquerosos; porque no tienen otro nombre.

¿Por que por ser chica tenemos que aguantar ese acoso continuo? Y ya no digo chica guapa, sexy ni hiper simpática. Digo simplemente chica, mujer, porque la mayoría de las veces, cuando sufrimos ese ataque sexual por parte de esos hombres (que menos mal que son los menos), no saben más de nosotras. No saben si preferimos el vino a la cerveza, o qué tipo de música nos gusta. Solo ven un trozo de carne, solo nos ven como algo sexual, fácil de tocar y accesible. ¡Pero no, para nada!

Si supieran el repelus que me dan ese tipo de hombres… si supieran que mientras se pavoneaban a mi alrededor no hacía más que criticarles y mofarme de la situación… que no de  ellos en sí, sino del machote depredador que nos acechaba en cada momento.
Que si bailoteo por aquí, que sí «hola guapa», que si me abrazo con mi amigo pegado a ti para a ver si así te apetece abrazarte a mi, que si me pongo delante de ti, rozándote la pierna en el concierto con la excusa de que me dirás «quita, por favor». Ridículo. Hacían el ridículo y en cada pestañeo perdían puntos con cualquier chica en su sano juicio.

Y el colmo de los colmos llega cuando encima, alguno de ellos recibe traspasar la frontera y te toca. Y te toca porque cree que está en su derecho, que tienen derecho a hacerlo. Porque tu mano ha pasado cerca de él. Y no hablo de que te toquen el culo o algo más intimo, me refiero a cualquier tipo de roce no autorizado. A mi ayer, uno decidió que tenía problemas para ponerme el abrigo y me ayudó. «Es que te he visto que no podías, y como tengo una hija, estoy acostumbrado a hacerlo» / «Yo también tengo una hija y le digo que no puede hablar con extraños«. Pero nada, que hasta que no me lo puso y me dio unos toquecitos en la espalda, no se quedó a gusto. «Ya vale». Y le entró por un oído y le salió por el otro.

Y eso que yo soy de decir las cosas, «estás muy cerca», «ya vale», «eres un poco pesado, ¿no te parece?» pero hay muchas mujeres que simplemente se alejan, o se cambian de sitio en la pista o de bar. Pero no, esto es no es así. Son ellos los que nos tienen que respetar y largarse.

Y aquí empieza mi cruzada personal para con mi hija. Le enseñaré qué este tipo de actos por suerte no son habituales, pero que hay que zanjarlos de raíz, que no deben de estar presentes en nuestra vida cotidiana y que por supuesto, no los tenemos que permitir. Ni ella, ni yo ni su padre, ni sus amigos chicos. Y como bien muestra el vídeo de antes, no sólo hay que tratar el machismo asociado a lo sexual, a la noche, a la fiesta, etc. No, hay que trabajar por todas las situaciones que no respetan a la persona. Y para ello la educación es la mejor arma. En mi caso como madre de mi hija, mujer y en el caso de las madres de niños, igual. Enseñarles que todxs somos iguales, que no por tener pito tienen unos derechos y nosotras otros. Todxs somos personas humanas; con valores, ideas, ilusiones, pensamientos, sentimientos… todos respetables.

La educación es la mejor arma, siempre lo ha sido y siempre lo será. Enseñarle con el día a día, con los actos cotidianos que se dan y sobre todo, demostrando que el aita y la ama trabajan en casa y fuera de ella por igual, se respetan, se valoran y tienen los mismos derechos y obligaciones.

Madres, padres, tenemos una labor bestial que hacer ¡adelante!

Y gracias a esta noche tan productiva, ya he decidido mi disfraz para la próxima cena de baile, domadora de fieras y todo bicho raro que decida no respetarme. 😉

 La foto está cogida de aquí

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